Reflexiones para tí.

El joven rico

“Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo. Luego ven y sígueme”. Mateo 19:21.

Tanto Mateo como Lucas cuentan que, inmediatamente después de que Jesús bendijera a los niños y los colocara como ejemplos de quienes heredarán el Reino de Dios, llegó corriendo un joven rico.

¿Dónde estaban los discípulos que habían complicado la llegada de los niños y de sus madres? ¿No era que Jesús estaba ocupado? ¿No era el viaje más importante que las conversaciones que le podrían plantear al Maestro? ¿Por qué no interrumpen al joven rico, en su intento de acercarse a Jesús? Es lamentable cómo usamos dos varas y dos medidas. Igual que los discípulos, tenemos la inclinación a respetar a gente como el joven rico y a despreciar, o por lo menos dejar de lado, a los pequeños.

Lo cierto es que, sin la intromisión de los discípulos, este joven pudo conversar con Jesús todo el tiempo que quiso, de los temas que quiso y durante el tiempo que quiso. Jesús no impuso nada, solo le planteó la solución profunda a su pregunta inicial.

El joven rico llegó hasta Jesús con la clara convicción de ser un hombre bueno. Estaba tan seguro de sí mismo que fue en busca de su “certificado de calidad”, dado por el maestro que estaba de moda en la región. Él no busca la bendición ni la dirección de Cristo: busca su confirmación. Es como la oración del fariseo, aquel que estaba tan lleno de sí que se oraba a sí mismo.

Si la consulta del joven rico era para saber si ya era perfecto o no, Jesús le da la respuesta exacta. Y a este hombre no le gusta la respuesta que escucha, como a la mayoría de quienes hacen esa pregunta a Jesús. Él nos conoce tan bien, con tanta profundidad y con tanta transparencia que sabe exactamente lo que nos falta. En su inmenso amor, no nos miente… y no nos permite que nos sigamos mintiendo.

Cuando el joven rico se vio frente al espejo de su conciencia; cuando tuvo que reconocer su imperfección; cuando se dio cuenta de que Cristo sabía exactamente lo que le faltaba (yo creo que él también lo sabía), se sintió descubierto y se fue triste. ¿Y tú?

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2014
“365 Vidas”
Por: Milton Betancor






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